jueves, 10 de julio de 2014

Amores y otros aguardientes


EL ARCÉN

Salirse de la vida es un ejercicio voluntario de abandono,
una búsqueda sangrienta,
para alcanzar un puerto que
salve del zozobrar diario.

Es un derrumbamiento de las certezas
que almacena la memoria,
un desmembramiento doloroso por solitario,
y solitario porque nadie puede suplantar tu cuerpo.

Salirse de la vida porque el tiempo apremia
y nos pisa los talones,
recordándonos que permanecer vivo
es aceptar la derrota de los sueños.

La línea indefinible
que tan sólo los valientes se atreven a cruzar.

Es la línea del que ya no pudo permanecer
más tiempo en la indecencia,
sin morir un poco más.

Salirse de la vida,
es salirse por la tangente de una misma
e impactar contra el arcén como un iceberg.

Es caminar por el filo de los días
sin otro afán, que el vacío de sabernos exiliadas
del alma que un día nos perteneció.

Marian Fernández

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