Si
finalmente entra en vigor el anteproyecto de Ley para la Protección
de la Vida del Concebido y de los Derechos de la Mujeres Embarazadas,
las mujeres que quieran abortar en España se encontrarán con
grandes dificultades para hacerlo. Si con la ley actual de plazos,
aprobada en 2010, las que quieren interrumpir de forma voluntaria su
embarazo dentro de las primeras 14 semanas de gestación -el 89,77%
de las que abortan lo hacen antes de las 12 semanas- no deben
acreditar ninguna razón, con la futura reforma deberán siempre
justificar con un dictamen médico que seguir con el embarazo pone en
riesgo su salud mental.
A
continuación explicamos cómo las mujeres podrían abortar en España
de aprobarse la reforma del PP, en base a la información técnica
facilitada por el Ministerio de Justicia, con casos ficcionados
basados en datos y y perfiles reales.
1.
Ana y sus padres
Ana
tiene 16 años, vive con sus padres y se ha quedado embarazada. La
noticia es un shock para sus padres, pero están de
acuerdo con ella en no seguir adelante con el embarazo. Ellos deben,
por ley, consentir el aborto. Van al médico de cabecera, donde la
joven explica que está sometida a un fuerte estrés y ansiedad por
la situación, que si sigue con el embarazo puede afectar a su salud
mental. Tiene suerte. Su médico no se declara objetor de conciencia.
La remite con carácter de urgencia a una consulta psiquiátrica.
Este especialista deberá acreditar que efectivamente la salud mental
de Ana peligra. Además, Ana y sus padres deberán buscar otro
especialista médico, de un centro diferente de donde se vaya a
practicar el aborto, que firme el dictamen que acredita el riesgo.
Pero eso no es todo.
A
continuación, Ana deberá acudir a los Servicios Sociales de su
Comunidad, donde le informarán por escrito y de manera verbal, "que
la vida del no nacido constituye un bien jurídico protegido por la
Constitución". Además, le explicarán las prestaciones
sociales, públicas y privadas, a las que tiene derecho en caso de
continuar con el embarazo y le contarán "las alternativas
existentes" al aborto como la adopción. Le darán un
certificado con la fecha en la que ha recibido esta información.
Otro médico, ajeno al centro en el que se realizará el aborto,
deberá explicarle "los riesgos que la interrupción voluntaria
del embarazo puede conllevar para la salud de la mujer y para su
maternidad futura", entre otros aspectos. Es un trago muy
difícil, pero tras recibir toda esta información, Ana se mantiene
en su decisión de abortar. Pero todavía tendrá que esperar siete
días, el periodo de reflexión al que obliga la ley. Pasado ese
tiempo, Ana puede ya interrumpir su embarazo, después de firmar el
consentimiento informado que requiere cualquier intervención
hospitalaria.
2.
Marta y su padre maltratador
Marta
acaba de cumplir 17 años y acaba de enterarse que está embarazada.
No quiere ese hijo. Así que acude con una amiga a los servicios
sociales. Allí le dicen que si quiere abortar, además de acreditar
que corre peligro su salud mental con un dictamen firmado por dos
médicos, necesita el consentimiento de sus padres. Marta le cuenta
al trabajador social que su padre la maltrata y tiene muchísimo
miedo de contarle lo que ocurrido. Le informan que en su caso puede
solicitar al Juzgado Civil de Instrucción que decida sobre su
situación. Debe explicar sus "circunstancias personales",
así como "la identidad del médicos que van a realizar la
intervención y de las personas interesadas en el procedimiento".
Marta también deberá incluir, en su caso, el informe médico que
acredita que su salud mental corre peligro, los certificados que
constatan que ha recibido la información de los servicios sociales y
de los riesgos médicos de someterse a un aborto. En un plazo no
mayor a 15 días el juez puede investigar toda la información que
considere relevante para tomar su decisión. Él será quien diga si
Marta tiene la madurez suficiente para tomar esta decisión sin el
consentimiento paterno.
3.
Berta lo quiere tener
Berta
apenas ha cumplido 14 años y estudia Segundo de la ESO. Hace pocos
meses que sale con un chico, su primer novio, y tiene seis semanas de
gestación. Ella solo piensa en seguir adelante con su embarazo. Pero
al contárselo a sus padres estos se oponen, creen que es muy joven
para ser madre, y quieren que aborte. Ella decide presentar una
solicitud de amparo al juez, quien tras escuchar a los padres y a la
joven, decide darle la razón a los padres ya que como Berta tiene 14
años el magistrado debe atender "principalmente al
consentimiento manifestado por los padres". Sin embargo, podría
darse el caso de que el juez considerara que la decisión de los
padres “fuera contraria a la protección del interés de la mujer”,
y resolviera que Berta puede seguir con su embarazo.
4.
Natalia quiere una carrera
A
Natalia le quedan dos años para terminar Medicina. Le sorprendió
mucho su embarazo porque usaba un método anticonceptivo. Pero
después de unos días de desconcierto y de una conversación con su
novio ha decidido que no quiere tener al bebé. Quiere continuar con
sus estudios y es una responsabilidad que no puede asumir. Acude a
los servicios sociales y le dan toda la información que está
obligada a recibir por ley. No le importan las ayudas que haya, ella
no quiere tener un hijo. Lo de tener que esperar una semana entera la
mortifica, le parece una crueldad innecesaria. La ansiedad incluso la
lleva a Urgencias una noche. Son siete días eternos hasta que
finalmente puede abortar. La intervención va bien, pero la
recuperación tarda. Han sido muchas semanas de angustia, de sentirse
presionada para cambiar su decisión.
5.
Cristina, la crisis y el miedo
Cristina
y su marido llegaron hace cinco años de Ecuador. Tiene 32 años y de
momento las cosas no han sido fáciles. El dinero no abunda. Él está
en el paro desde hace tiempo, y a ella le han reducido la jornada
laboral, y por tanto su sueldo, en la empresa de limpieza donde
trabaja. Ella quiere tener un hijo, pero tras una tristísima charla
han decidido que la falta de recursos pesa más. Tendrán hijos
cuando tengan más medios. Acuden a los servicios sociales, donde le
dan toda la información social, así como la médica. Es un proceso
muy doloroso. Y tarda demasiado. Su marido incluso le plantea acudir
a un conocido del que le han dicho que hace abortos sin necesidad de
los trámites. Ella se resiste. En los siete días de reflexión,
Cristina no deja de pensar y asustarse ante las palabras del médico,
que les ha explicado los riesgos que el aborto puede conllevar. Les
ha dicho incluso que podría no volver a quedarse embarazada. Una
amiga la anima diciéndole que es un riesgo mínimo. Finalmente le
dan cita en una clínica. Por suerte cuenta con el apoyo de su
pareja. Después de largas semanas el calvario ha acabado. La
preocupación no.
6.
Beatriz se va a Londres
Beatriz
tiene 35 años, vive con su pareja desde hace tiempo y ambos tienen
unos trabajos que les permiten vivir de manera holgada. Acaban de
saber que ella está embarazada, pero han decidido abortar porque no
quieren tener hijos. Nunca los han querido. Como pueden permitírselo,
acuden directamente a una clínica privada donde les informan de los
pasos a seguir, como que deben tener un dictamen médico, firmado por
dos especialistas, que acredite que la salud mental de Beatriz corre
peligro si sigue con el embarazo, y que también deben acudir a los
servicios sociales. Beatriz no está dispuesta a que un médico diga
que sus facultades mentales quedarían perjudicadas si sigue con su
embarazo. Pero no tiene otra opción. No tiene ninguna posibilidad de
elegir salvo alegar una enfermedad psíquica. Así que ella y su
pareja optan por viajar a Londres, donde una amiga les ha concertado
ya una cita en una clínica. En menos de una semana están de vuelta
en España.
7.
Familia numerosa
Paula
tiene tres hijos, de seis, cuatro y dos años. Le encanta tener una
familia numerosa. Pero se ha vuelto a quedar embarazada. Pasan unas
semanas de dudas, de plantearse y replantearse el asunto. Finalmente
ella y su marido deciden no tener un cuarto hijo. Está de 12 semanas
cuando acude a su médico de cabecera para explicarle que seguir con
el embarazo le genera un estado de ansiedad terrible. El médico le
contesta que no puede ayudarla porque es objetor de conciencia ante
el aborto. Paula y su marido, desconcertados, acuden a otro médico
del mismo centro, que les responde lo mismo. La desesperación crece.
Y entre tantos intentos, las ausencias de ambos en el trabajo
empiezan a generar problemas. No lo han contado por miedo a la
presión de los demás. Finalmente, un tercer sanitario les deriva a
la consulta de psiquiatría y les hace el favor de llamar para que la
atiendan cuanto antes. Pero la mala suerte hace que den con una
especialista que se niega a emitir el informe médico. Teme que el
certificar riesgo psíquico en una mujer que es felizmente madre
pueda acabar en una demanda de algún grupo de los denominados
provida. Desesperados y ya con varias semanas de gestación, deciden
concertar y pagar una cita en un centro privado para lograr el
dictamen médico. Respiran aliviados al saber que los trabajadores
sociales de la red pública no pueden acogerse a la objeción.
Finalmente Paula puede interrumpir su embarazo, ya con 18 semanas de
gestación.
8.
Irene y su doble drama
Irene,
de 34 años, sufre un doble drama y no puede compartirlo con nadie.
No fue capaz de contar ni siquiera a su familia que fue violada por
un chico que había conocido en una discoteca. No lo denunció. Y
ahora sabe que está embarazada de 10 semanas. Bajo ningún concepto
quiere tener el bebé. En el hospital le explican que debe acreditar
la violación con una denuncia -un requisito indispensable en caso de
violación- y que debe acudir a los Servicios Sociales para que le
informen de todo el proceso. La cita se retrasa y tiene miedo que
pase el plazo máximo de 12 semanas en los que el aborto es legal en
caso de violación. Son días de desesperación, porque además hay
que contar con la obligatoria semana de reflexión hasta poder
interrumpir su embarazo a tiempo.
9.
Martina y el dilema
Martina
y su marido quieren desde hace tiempo tener un hijo. Por fin ella se
ha quedado embarazada y todo transcurre bien hasta que su ginecólogo
les informa de que el bebé nacerá con síndrome de Down. Está
embarazada de 14 semanas, pero ambos creen que no están preparados
para asumir esa responsabilidad. Deciden no tener un hijo en estas
condiciones. Les dicen que necesitan un informe, firmado por dos
médicos distintos, que acredite que de seguir adelante con el
embarazo la salud mental de Martina está en peligro. El paso por los
servicios sociales es durisimo. Allí le informan de las supuestas
ayudas que tendría y de los recursos con los que cuenta la red
pública (y privada) para casos de niños con esa discapacidad. Pero
ellos siguen sin sentirse capaces. Y piensan en qué pasará con ese
hijo si ellos mueren. Tras obtener el certificado de haber recibido
la información médica y con el dictamen médico en la mano, Martina
finalmente puede abortar.
10.
Pilar y el peor diagnóstico
Pilar
está ya en la 22 semana de embarazo. Ella y su pareja esperan
impacientes la llegada de su segunda hija. Pero en la última visita
a su ginecólogo les han dado una mala noticia: el feto tiene
anencefalia, un anomalía muy grave. Los médicos le han dicho que
morirá al poco de nacer. Ante esta situación y por mucho que la
pareja quiera tener a su hijo, no quieren llevar el embarazo hasta el
final sabiendo que el niño morirá enseguida. Les explican que un
médico debe acreditar esta "anomalía" del feto y que
además otro especialista debe certificar que esa "anomalía
incompatible con la vida" supone un grave peligro para la salud
psíquica de Pilar. Al dolor de conocer el peor diagnóstico para su
bebé se suma un peregrinar por especialistas y psiquiatras que
conviertan su caso en apto para someterse a una interrupción del
embarazo.
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